martes, 26 de julio de 2016

La Familia en el blanco, 22 de Julio

soy
VIERNES, 22 DE JULIO DE 2016

La familia en el blanco

En el último trabajo performático del colectivo Plataforma Proyectil, la normalidad se va minando por la propia cultura popular: desde ALF hasta el grito nacional de pobreza en Esperando la Carroza y Los Locos Adams.
 Por Magdalena De Santo
Desde el ingreso se participa del ritual tecnológico. Es como estar en una función del Planetario. En esta cúpula particular se proyectan una constelación de imágenes que han formateado nuestro ADN sobre el concepto de familia tipo: blanca, heterosexual, la nena y el nene. La sonrisa de la Novicia Rebelde y de Hyde te dilatan las pupilas. Hay humo, palo santo además de proyecciones digitales y analógicas, efectos de cristales, linternas, cámara miscroscópica y sintetizadores funcionando en simultáneo. Operan tres muchachos con overol que juegan felices constituyendo la atmósfera singular. Al fondo, una mujer vestida de chamana pop -otra de las artistas invitada Vero di Michele- canta a la perfección. El sonido del sintetizador con voces humanas y post humanas en perpetua reiteración de imágenes proyectadas te llevan al transe. El éxito de la normalidad se va minando por la cultura popular: el extraterrestre ALF, el afroamericano Arnold, el grito nacional de pobreza en Esperando la Carroza, Los Locos Adams, son parte del background que opera en el sinfín de nuestras asociaciones inconscientes. Estamos atrapados en un loop. Estamos en una performance. Estamos en “La familia es diversa. Toda Familia es un acto político”, el nuevo trabajo de Plataforma Proyectil.
La propuesta “La Familia es Diversa. Toda Familia es un proyecto político” se teje dentro del ciclo que curó Maruja Bustamante, y que durante todo el 2016 tendrá distintas intervenciones artísticas y teóricas de distintos colectivos en el Centro Cultural Rojas. En este ciclo denominado “Familia”, a Nicolás Alvarez, Joaquín Ostrovsky, Sofía Alurralde gestores de Plataforma Proyectil les interesó “Poner en juego el clásico concepto humanista y pacifista que plantea que todos pertenecemos a la misma familia”. Es una ceremonia contemporánea, o dicen desde Plataforma Proyectil “un electro-ritual: apelamos al instinto previo a la palabra, que une en un plano abstracto y universal”. Será por ello, que al final de la presentación se borran las fronteras entre público y performers para juntarse al fondo y jugar, entre luces y sombras, a la danza libre. Al menos, esta vez.
Jueves, a las 19.30, C. C. Rojas, Av. Corrientes 2038.

Rituales, 22 de Julio 2016

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VIERNES, 22 DE JULIO DE 2016
TEATRO

Rituales

Después de casi veinte años de impulsar colectivos teatrales y artivistas, Clodet García presenta Desnacida, su primer trabajo solitario, y cuenta por qué esta obra es una cita obligada para todas las amantes.
 Por Magdalena De Santo
Suenan los aplausos desde el fondo del restaurante de Pan y Arte. Un montón de lesbianas en mesa extendidas ocupan el fondo y aplauden la llegada triunfante de la que recién baja del escenario. Es el ritual después de la función del reestreno de Desnacida. Comer, beber, abrazarse, hablar de los momentos plenos de la obra y de los imperceptibles errores que el público jamás detecta. Clodet García, la mujer orquesta del espectáculo, actriz, dramaturga y directora, fija una entrevista con SOY. "Pero sí, si no hay modo de que mi teatro no sea lésbico como tampoco hay modo de que mi personaje no sea gorda", comenta Clodet. Abrazo, beso y vuelve al centro de la mesa entre los sonidos de chinchín y vozarrones por esta tercera temporada a sala llena.
Desnacida es una obra de autora porque aparece íntegra: concepto, puesta y abordaje actoral. Se trata de un unipersonal que cruza el exilio, la visibilidad y una existencia que desborda. La obra no tiene relato, sino mas bien "Un canto a la existencia cuando una siente que no existe". En la pieza dramática, una mujer sólo vive en y por el teatro. Relata su frágil existencia en la ficción ¿qué es de ella cuando se apaga la luz? El linaje de las desnacidas, las exiliadas del ser, se remontan a Lilith, la expulsada del paraíso, la olvidada que puede devenir en reptil seductor por habitar lo indebido. Se trata del primer trabajo solitario después de diecisiete años de coordinar colectivos teatrales. Y llegó el día. "Me dije, bueno, pará. Algo de mi propia singularidad queda escondido en estos grupos. Si se ha invisibilizado los nombres de mujeres y lesbianas históricamente y yo quedo subsumida en lo grupal, le estoy haciendo el juego al patriarcado. Así que me animé a hacer Desnacida"

Hablando de nacimientos, ¿Clodet es tu nombre de nacida?

–No, es el nombre que me da el teatro. Me lo pusieron a los 17 años mis amigas y amigos del teatro. Clodet en algunos lugares es nombre de mujer y en otros de varón, en algunos lugares es apellido. Soy este nombre, el otro para la medicina y la policía. Aunque con ganas de ponerlo en el documento, porque mi nombre anterior me raya porque representa a la niña sobreadaptada por fuera y frustrada por dentro.

¿Ese grupo que duró de 14 años, Teatro de la Tierra, dónde estaba? Nunca lo escuché…

–Tercer cordón, en un galpón en Adrogué. Pero en el culo de Adrogué. Era una decisión política habitar esa periferia. Pensábamos que si no venían a vernos, mejor. Hay años de investigación sin registro ni fotos.

¿Hacían teatro y no querías que las vayan a ver?

–Que vengan los realmente interesados. Teníamos una concepción de lo secreto, de lo clandestino. Éramos parte de una red de teatros clandestinos, los espacios eran garajes, habitaciones…

Esto, pre-Cromañon…

–Sí, en los 90. Toda esta apología de lo secreto me dejaba en contradicción con el mundo, con lo que pasaba en términos colectivos amplios. Ahí arranco en paralelo con el artivismo.

¿De qué se trata esto del artivismo?

–Que cualquiera que decida hacer un activismo a través del arte, puede.

¿Y qué hacen?

–En mi caso no se trata de llevar una idea y representar algo, sino que mujeres, lesbianas, feminidades nos empoderamos en una acción. Pero no estamos representando nada, armamos nuestro ritualcito.

¿Y quienes son las artivistas?

–Cualquiera puede serlo. Con Mujeres de Artes Tomar, que es el grupo de artivismo que llevan adelante Claudia Quiroga y Sandra Posadino, no trabajamos con las feministas rabiosas, trabajamos con algunas mujeres que en la puta vida se imaginaron que iban a estar despeinadas, transpiradas y aullando en el medio de la calle.

¿Y sino es representación, qué buscan con esas intervenciones?

–Estar en este cuerpo, estar con estas otras y que no quede afuera el deseo. Porque la sociedad todo el tiempo nos fuga. Y si tenés un cuerpo no normativo, y si tenés un cuerpo normativo también porque implica una carga pesadísima, pero con un cuerpo disidente, ni te cuento.

¿Cómo circula el deseo?

–Y… la vincularidad entre quienes hacemos teatro es fuerte. Las pasiones, los dolores que se nos desatan son fuertes.

¿Tu manera de coordinar grupos de mujeres es distinta al legado que dejaron tus maestros?

–Cuando arranqué me di cuenta de que tenía otros tiempos y otras maneras de los que me habían enseñado. Aprendí que romper con lo jerárquico no es lo mismo que la diferencia de roles. Limpiar el agite de los vínculos entre mujeres, sobre todo cuando estamos lesbianas y hay amores.

¿Qué entedés por un quehacer lésbico?

–Hacer lésbicamente la vida tiene que ver con pararme entre pares.
Desnacida. Domingos a las 21, Pan y Arte, Boedo 876.

A mano alzada, 8 de julio 2016

soy
VIERNES, 8 DE JULIO DE 2016
TEATRO

A mano alzada 

Sobras de bohemia sigue los pasos de Benedikt, un pintor bolchevique que desafía su homofobia internalizada entre tanta macha revolución.
 Por Magda De Santo
Sombras de bohemia no creo que sea muy aplaudida por los últimos gritos de la vanguardia escénica. Sus intenciones son otras. Es el paisaje artesanal del realismo teatral del off, con ventanas escenográficas, música clásica y pilones de bastidores listo para ser pintados al óleo. El universo de la ficción es la revolución bolchevique, lejos, tan lejos de nuestras noches y nuestros días de protesta. Las actuaciones tienen momentos muy verosímiles y otros que no tanto. En el público no veo ninguna lesbiana, tampoco menores: explícitamente están alertados de algún contenido inconveniente. Pues, sin rodeos, ya, en la segunda escena ya hay un cuerpo con pito a público que sigue sosteniendo la mágica cuarta pared. No estamos hablando de los cuerpos desnudos de Muscari, estamos hablando de los cuerpos desnudos que la sensibilidad del maricón viril que pinta lo bello y sublime de los músculos de hombre. El rol del artista, el personaje de Benedikt encarnado por Loic Lombard, también autor de la obra, es el maestro hermoso y de prestigio, osco pero buen tipo que está por desafiar su internalizada homofobia de tanta macha revolución. Y eso, por la pasión del arte. Más que patear las puertas del ropero checolovasco lo que parece mostrarnos es la libido puesta en ese sótano donde se trabaja con compromiso en la pintura y sus modelos. La obra tiene tres cosas que hay que decir. Una, se hace cargo de todo lo que propone, va a fondo con sus separatismo cis masculino, los tipos se gustan, se siente, están en pito los dos modelos antagónicos de rebeldía y obediencia -Andrés Reid y Gabriel Benítez-, se rozan con sutileza, se sufren, se miran esos pectorales lampiños. Es el homorotismo de una idiosincrasia existente. Muy existente. La de nuestros tíos, padres, es el deseo que frota las cuerdas de un instrumento de cuerdas grabado sin prejuicio.
La otra cosa, es la voluntad narrativa. Hay historia. Y atrapa. Si una se deja llevar, suelta el espíritu crítico, se olvida de las transformaciones de la historia del teatro universal y se abre de piernas para disfrutar, se encuentra atrapada en una historia que engancha: vive el relato. Aguante el relato. Y con eso viene la tercera cuestión, un final inesperado, jugadísimo, en donde la pintura, el éxtasis, la muerte y el goce se hacen una gran paja mancomunada.
Sombras de bohemia, bajo la dirección de Claudio Martini, se presenta en el teatro El vitral, y como hemos aprendido, el contexto hace a la identidad de la cosa. Esa casona anciana en la que varias generaciones de pulmones cobija al maricón que tiene ahí su lugar para ver lo que guste.

Sábados a las 23, El Vitral, Rodríguez Peña 344