domingo, 6 de septiembre de 2015

latido latino, 4 de septiembre 2015

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VIERNES, 4 DE SEPTIEMBRE DE 2015

Latido latino

Guatemala, México y Argentina, naciones latinas unidas: recién sacado del horno ya está disponible en YouTube el video Libre, atrevida y loca de Rebeca Lane, Ali Gua Gua y Miss Bolivia.   
 Por Magdalena de Santo
Dragonas que escupen contra el disciplinamiento femicida del buen vestir y el silencio. “Pisoteadas hechas una cagada/pasan los siglos y seguimos basureadas”, arremete Ali Gua Gua, ex cantante de las Kumbia Queers, desde algún cenote de Yucatán.
En el living de la casa de Rebeca Lane en Guatemala, gran exponente del rap feminista de sus tierras, empezó a cultivarse “libre, loca y atrevida”. La primera y única grabación del tema se hizo en aquella sala de estar, nominada MiCuarto Studios, sin nada que envidiarle a los machotes de las corporaciones. Al cabo de unos meses, Miss Bolivia, convocada para el compilado de Se trata de nosotras, disco impulsado por Comité Ejecutivo para la Lucha contra la Trata y Explotación de Personas recibe un llamado: “tendrás algún material inédito?”. Así, junto con otras artistas que también usan la música como lanzallamas de protesta, se deja oír en el track 11 por primera vez el tema. Sin embargo, daba para darle más mecha a la canción de manera independiente: juntas las tres se proponen derribar fronteras con dos pesos con cincuenta y hacer un soporte audiovisual donde se agite la desobediencia autogestiva a todo color y en comunidad. Grabado simultáneamente en febrero, cada una en sus respectivos países, con lxs amigxs que prestan su artillería corporal y tecnológica, (en Argentina puso el hombro y la cámara Natalia Marcantoni, en México Jano Ramírez, en Guatemala Pepe Orozco y Ameno Córdova), la magia de la edición y los tiempos nómades de laburar a pulmón hicieron que exactamente un año después de aquel disco salga el video.
Técnicamente “Libre, atrevida y loca” es una cumbia dancehall aunque para el oído no especializado es un ritmo latino que mixtura rap, cumbia, hip hop, regatoon. Todo eso explotado de lenguaje feminista acorde con esta multitud que somos: desborda las intenciones unidimensionales de interpretar el género, tanto humano como musical. En sintonía, el video clip cuelga la sujeción de las mujeres al sol y un abanico de “mujeres plurales” así es como las llama Miss Bolivia con dulce tono telefónico, se expande con heterogeneidad continental. Ahí no todas son cisexuales, ni heterosexuales, ni rubias, ni flacas ni nada de lo que reúnen y terminan por normalizar las discográficas. La presencia trans, drag, corporalidades gordas, chongas, negras y peludas se abren moviendo las cachas y agitando los cuatro minutos de canción entre corpiños y hojas de marihuana.
“Prefiero morir a vivir con la boca cerrada” canta miss Bolivia desde la terraza, mientras la Rebeca Lane chupa la pierna larga de una potra tatuada y Ali Gua Gua enojada de una historia de silenciamiento muestra sus brazos fornidos que descargan la furia sobre la maleza mexicana. Metáfora visual de sacar los trapitos sucios en la azotea pública, a la vista de todxs, con “lírica explosiva de música pesada”.

martes, 1 de septiembre de 2015

Triste, solitaria y final, 28 de agosto 2015

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VIERNES, 28 DE AGOSTO DE 2015
SERIE I

Triste, solitaria y final

Sarah Linden es la apática protagonista de The Killing, cuyas cuatro temporadas pueden verse en Netflix. La butch, la enclosetada, la patova y la casada encarnan el desfile torteril de personajes secundarios de una trama en la que, si algo puede salir mal, va a salir mal. 
 Por Magdalena De Santo 
La lluvia y el pulóver tipo Bariloche son la constante. Pero son la tormenta de Seattle y el cuerpo de la colorada Sarah Linden quienes cargan el abrigo. Ella es la detective de homicidios, una discapacitada emocional que no se desata el pelo ni para bañarse. Que su mueca nunca es la risa feminizada sino la de la obsesión de labios cerrados que intenta abandonar el cigarro a fuerza de reemplazo por pastillas. Pastillas para no fumar y para no quedar gruesa –aunque, paradójicamente, la actriz Mireille Enos filmó dos temporadas con fetos en su vientre–. No parece tele, parece una pintura de un artista deprimidx. Los colores pálidos componen la imagen de una realidad en la que todo está rotísimo.
The Killing es la versión yanqui de la serie danesa Forbrydelsen, y se nota, porque su pulso es de una letanía marcada por sangre y el contraste sórdido su fórmula adictiva. Su fans más conocidos van de Cristina Fernández de Kirchner –lxs productores de la serie le retribuyeron sus comentarios públicos con una placa en las redes– a Patti Smith –que actúa en un bolo en la última temporada–. Es que la serie, dos veces cancelada por la productora AMC y resucitada por Netflix, se ahoga en el conflicto sin temor. Cuando alguna buena intención nos hace creer que las cosas pueden mejorar, no. Jamás el consuelo. Si en la vida cotidiana se huye del conflicto la ficción logra profundizarlo en pantalla líquida. Las instituciones no se desmoronan, sino que son constitutivamente inmundas. Los partidos políticos, el sistema penitenciario, los refugios para chicxs yonquis y prostituidxs, los grupos de autoayuda de narcóticos anónimos, la iglesia, la escuela militar, la comisaría. La pena de muerte llevada hasta el máximo de inescrupulosidad. Todo es un espanto. Y como habitantes de este mundo, nadie está salvado.
La serie desarrollada por Veena Sud tiene, en varios papeles secundarios, distintas versiones de lesbianismo. La primera, la asistente social casi madre adoptiva de la protagonista. Se trata de una lesbiana igualitaria que encontró otra naranja para la libreta. Luego, en su opuesto, por inferencia, se reconoce una pareja de indias: la dueña de un casino y la security en un closet oscuro. Lo explícito es que son patovas, mafiosas, villanas del juego que explotan su fenotipo abyecto para negociar las tierras. Finalmente, y en el podio, la vulnerabilidad de una adolescente butch marginal: Bullet (Rachel Olmstead), nombrada y bardeada por su chonguez. Inmersa en una cantidad de vidas que no importan, recorre toda la tercera temporada, la mejor, con la vitalidad de un cachorro lleno de garrapatas. En una suerte de identificación, Holder –el otro detective y protagonista de la serie– se vincula con Bullet como si fuera él mismo quien padece la existencia suburbana de dormir en la calle o calentarse con un tacho. Es que Bullet no es del grupo de las niñas asesinadas por niña sino por protectora y defensora de sus amigas: por chonga. Muerta no por mujer aunque velada con una foto que ella misma odiaría, como afirma su alter ego crecido y rubio Holder. En ese juego de identificaciones cruzadas, Linden encarna el dolor de Adrian –niño que presenció la muerte de su madre– y hace lo imposible por restituirle una cuota de justicia. Y ahí, la complejidad de la maternidad se abre sin cliché. Casi todas litigan los límites de su vida con la decisión de abandonar su prole. Las hay borrachas, abusadoras sexuales, demasiado jóvenes o desamparadas, asesinadas y asesinas.
El feísmo de lujo de The Killing y la antipatía de Linden son el mejor jarabe para la tos de este invierno contradictorio.

Tengo cáncer, ¿como estan? 28 de agosto 2015

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VIERNES, 28 DE AGOSTO DE 2015
SERIE II

“Tengo cáncer, ¿cómo están?”


 Por Magdalena De Santo
La historia de Tig Notaro es la siguiente: la torta hace una peli con una chica paki, se desmaya y la internan con una infección muy grave en el intestino (C-IDFF). Adelgaza infinito. A la semana, su madre se muere repentinamente. Al mes le diagnostican cáncer en ambas mamas. Su cercanía con la muerte la hace vibrar sobre la absurdidad y componer ese monólogo aclamado por comediantes y público. Tig hace un stand up en un escenario importante de Los Angeles, Largo at the Coronet, y encara al público con la frase del millón de dólares: “Buenas noches, tengo cáncer, ¿cómo están?” .Y ahí se catapulta a la fama con una cínica paradoja: el mejor momento de su carrera se yuxtapone con el declive posible de su existencia. Eso garpa: se convierte en el CD de stand up más vendido del año 2012. Con la prensa imparable y la fama viene la doble mastectomía y la desaparición definitiva del cáncer. En la vorágine, a Tig le resulta imposible reconectarse con su arte. Se siente insegura. Extraña a su mamá. No se siente bien con su cuerpo. No sabe qué hacer en el escenario. ¿Qué pasa cuando pusiste tanto arriba de las tablas y luego ya no te queda resto para reinventarte? En ese abismo, tiene una relación compulsiva por WhatsApp con la chica paki de la película pero decide cortar el asunto porque no iba ni para atrás ni para adelante. Sola, con la reciente operación, sin dar en la tecla con el humor y sin compañera, decide que quiere embarazarse. Pero su cuerpo no lo resiste. Cambia de plan y decide subrogar un vientre con sus óvulos. Debe hormonizarse y eso puede que le despierte el cáncer nuevamente. Pero nada la frena. Flashea que es un modo de conectarse con su propia madre. Se hormoniza y consigue una mujer dispuesta a llevar adelante el embarazo. Finalmente la chica paki vuelve desconsolada porque la extraña y se hacen novias, y lo único que desean es ponerle unos pantaloncitos cortos a quien está por venir. A la implantación del óvulo en el cuerpo de otra mujer, Notaro, lo llama Jack. Y esperan el llamado del médico a ver si prendió. La cámara registra el desasosiego. Era la última chance y Jack no prendió. El documental termina cuando juntas van a una sala de adopción.
Si bien Tig Notaro es considerada un ícono lgbt, el documental Tig nunca dice la palabra lesbiana, butch, chonga, o algo. Se alude a su inexpresividad como fórmula de la carcajada. De sus silencios como ecuación feliz para el público. Pero que esa cara de nada, medio parca, tenga algo que ver con su identidad, nada. Sí se alude lo que le costó a la paki asumirse con Tig, pero la palabra maldita no se pronuncia. Tampoco tiene amigas lesbianas ni bisexuales ni trans. Se la muestra bastante autosuficiente y solitaria, a lo sumo con algunos otros comediantes varones que inspiran su trabajo. Este objeto creado por Netflix es la historia de una sujeta que se esfuerza porque el hermoso sueño americano la guía: construir una familia que sólo con amor romántico e hijitos es pasible de celebrar.