martes, 24 de noviembre de 2015

la lesbiana mala. 20 de noviembre

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VIERNES, 20 DE NOVIEMBRE DE 2015

La lesbiana mala

La británica Gayle Newland fue condenada a prisión por “haber engañado a su novia haciéndose pasar por varón”. En Argentina circuló como una noticia insólita. ¿O como aviso disciplinante?
 Por Magdalena De Santo 
Gayle Newland mediante un perfil falso de Fb se construyó un alter ego de sangre filipina y jugador de baloncesto. Un día a finales de 2013 después de mucho chat con una chica de su edad llamada Helen decide tener una cita sexual con la condición de no ser visto –alegando que tenía cicatrices y era muy feo–, entonces Helen accede a taparse los ojos. Y así se la empiezan a pasar bien con encuentros sexuales, con viajes y caricias al sol. Un día de idilio Kye le pide que le practique sexo oral. Helen acepta pero se quita la venda por primera vez y descubre que estaba chupando un dildo. Kye no era varón sino su amiga Gayle. Helen desconsolada rompe la relación y por tal motivo la amiga desenmascarada intenta suicidarse. A pesar de las cartas de amor y suplicas de perdón, la decepción de Helen llega a la magistratura. Por supuesto, en el juicio las versiones son discordantes. Entre ellas, Helen sostiene que se creyó todas las mentiras y engaños, que fue manipulada y coaccionada a tener sexo con alguien que ella no quería: una mujer. Por otra lado, Gayle, alega que era imposible que no supiese, que era un juego de roles funcional a la lógica del closet. “Ella decía que yo era su amiga, pero nunca la novia: ella quería ser hetero”, sostuvo Newland.
El fraude del pene falso. Ahora bien, en el derecho británico hay una figura que funcionó como agravante. El denominado “fraude de género” que, tal como argumenta Alex Sharpe, profesora de leyes en la Universidad de Keele, supone la exigencia confesionaria del “verdadero” género al partenaire sexual. Los engaños por raza, religión, o dinero, no dan lugar a procesos legales en el Reino Unido. Ergo, hay una jerarquía de verdades cuyos datos relevantes son aquellos que garantizan las relaciones acordes a la expectativa social: heterosexuales y cis. Básicamente, si no sos lo que el resto supone, tenés que decirlo porque podés traumatizar al normal.
En este caso, el fraude se apoya en el develamiento del órgano prostético al mismo tiempo que resulta el protagonista y culpable de la violación –Gayle fue absuelta de otros cargos al demostrar la fecha de compra de la máquina del mal. El énfasis en la falsedad del pene no sólo presupone que la base de la identidad género es la anatomía externa sino que además criminaliza el uso del dildo. “Si hubiera sido un pene de carne no hubiera sido violación. Entonces, más allá de que la acusada sea lesbiana, la cuestión de base es que las leyes son transfóbicas. De hecho son una constante tanto en EEUU como en Inglaterra que varones y mujeres trans son perseguidos y criminalizados por violación”, argumentó Luciana Sanchez, abogada militante en lesbianas y feministas por la discriminalización del aborto. “Como en su momento se instaló y de diferentes maneras se revive el mito del violador negro, el concepto de fraude de género pretende reinstalar el mito del/la violador/a trans” .
Pero aquí las leyes son otras. El concepto de “fraude de género” es inconstitucional puesto que vulnera el derecho a la intimidad. No sólo no existe, sino que la Ley de Identidad de Género, al ser un derecho para todas las personas –trans y cis–, nos protege de estas acusaciones. “Que la persona con quien tuve sexo sea de una identidad de género, orientación sexual o expresión de género diferentes a las que yo creía, no afecta por sí misma el consentimiento para tener relaciones sexuales. Acorde a nuestro marco legal, no puede considerarse que la identidad de género de una persona vulnere por sí misma la integridad sexual de otra. La discriminación de género está prohibida, por lo que no es una expectativa legítima al tener sexo con una persona, conocer la identidad, orientación o expresión de género de una persona”, afirma Luciana. ¿Por qué el caso Newland se instala como noticia? La primera hipótesis es el efecto disciplinante que pueda tener el castigo sobre una lesbiana: un eco semiótico global parece decirnos “no ocupes nunca el lugar del varón, quedate sumisa y víctima que sólo así te protegeremos”. Pero si a ello le sumamos el contexto electoral, este tipo de retóricas interpelan distinto: nos recuerda que las contraofensivas de derecha pueden tener caminos insospechados y podemos acabar todxs juntitxs en el pabellón decimonónico de predadores sexuales.

Leyendo entre lineas. 26 de octubre 2015

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VIERNES, 16 DE OCTUBRE DE 2015
ENCUENTRO NACIONAL DE MUJERES

LEYENDO ENTRE LÍNEAS

A treinta años del número uno de Cuadernos de Existencia Lesbiana, primera publicación lésbica del país y Latinoamérica, se reedita la edición aniversario con nuevas y no tan nuevas protagonistas. La presentación se realizó en el marco del Encuentro de Mujeres.
 Por Magdalena De Santo 
Adriana Carrasco e Ilse Fuscova no son estampitas de un pasado recordado por la academia, tampoco ciudadanía ilustre que se cuelga en la pared, menos fetiches para abrazar ante cámaras de celular. No son de yeso, son de carne y víscera feminista hace más de treinta años y aún siguen gastando sus zapatillas. Lesbianas públicas que hoy siguen en el ejercicio del hacer sus deseos. Porque es el deseo lo que siempre motorizó esta publicación. Cuadernos de Existencia Lesbiana se abrió y sigue abriendo para obtener un espacio simbólico y de intercambio allí donde todo parecía estar negado. 
Se desvelan por el tiempo. Porque el tiempo pasa a la mano y las existencias lesbianas se multiplican con nombres propios, con mucho menos seudónimo o iniciales del temor que los primeros facsímiles a mediados de los 80. De aquellas letras mecanografiadas que podían provocar un despido en el trabajo o de la familia hoy nos encontramos con las que firman. Algo parece expresarse: las que damos testimonios somos, también, el resultado de una época que le debe a ellas un camino de visibilidad, coraje y exposición.

Que treinta años…

En el Encuentro Nacional de Mujeres, esta vez con sede en Mar Del Plata, se ve por primera vez la edición aniversario de Cuadernos de Existencia Lesbiana. Ambos soplan velas. Tanto los Encuentros Nacionales como los Cuadernos cumplen 30 años. Y no es casualidad. No sólo por las condiciones de posibilidad que brindó el advenimiento de la democracia, sino porque los Cuadernos tienen el propósito específico de estar en diálogo permanente con los movimientos de mujeres y con los distintos feminismos.
Así como en sus comienzos, los Cuadernos interpelan tanto a las hetero-feministas como a las lesbianas machistas. La intersección, o mejor, la convivencia entre feminismo y lesbianismo sigue siendo el espíritu central de la publicación. Casi en una simbiosis vital, de co-implicancia radical, que tanto la Carrasco como la Fuskova siguen sosteniendo. 
“Todas las mujeres son lesbianas salvo las que aún no lo saben”, escribe la provocadora Ilse. Y con esta oración se invierten las fórmulas de la heterosexualidad obligatoria. Partir del presupuesto contrario que el patriarcado nos achacó coincide con aquel intento espiritual con que años atrás las editoras abrazaban a la diosa –y que en esta publicación no se asoma. El gesto parece el mismo: crear verdades que hagan de nuestra existencia un lugar mucho más cómodo. Partir del universal, todas las mujeres son lesbianas, nos habilita a dejar de sentirnos extranjeras de la tierra hetero-patriarcal y llenar de nuestras concepciones de mundo, el mundo. 
Los Cuadernos no tienen pretensiones diversas, ni de cubrir un mosaico de identidades disidentes lgtbiq. Los Cuadernos se circunscriben y limitan sin temblar para insistir en la construcción del mundo retroalimentado por lesbianas políticas. ¿En qué sentido? En la línea de ruptura que hace de la ecuación mujer=heterosexualidad, aquella que Adrienne Rich acuñó con el concepto aún reverberante de continuum lesbiano.
“No se trata de presionar a toda lesbiana para que se etiquete, sino de que pueda elegir manifestarse -o no- desde el trabajo conjunto y no desde el temor o la prepotencia. Ni se trata de presionar a toda heterosexual para que haga suya la bandera lésbica, sino de que revise sus prejuicios y dé lugar al reconocimiento de lo común” afirma Mayra Blanchard, una histórica de los Cuadernos.

Hacelo vos misma y con tus manos

La emblemática publicación porteña, como ave fenix, retoma su viejo estilo facsímil autogestionado a base de voligoma y fotoduplicación. Se trata de 16 relatos en primera persona lésbica, en el que todas están invitadas a participar “alejada de producciones periodísticas occidentales, mecanizadas, en serie. No es una revista para el mercado ni para la productividad. Apenas en venta para costear su hechura” escribe Torricella.
Adriana Carrasco tiene años de periodismo encima -ha pasado larga vida en la redacción de Crónica. Y por ese conocimiento, lejos de replicar los mandatos machistas y jerarquizados de la prensa escrita, con su compañera de militancia, apostaron siempre a un periodismo independiente. Por decisión editorial, algunas erratas se cuelguen entre los renglones, con los tropiezos que tiene cada una de las autoras al momento de hablar con su propia lengua.
Durante los diez años se sostuvieron los Cuadernos, primera publicación lesbiana de nuestro país y Latinoamérica toda –entre el 1985 y el 1996. La artesanía fresca de las páginas se combinaba con las ilustraciones de la anarquista Josefina Quesada, artista surrealista ya fallecida, que estuvo con Fuscova y Carrasco desde sus acciones directas en la calle Lavalle: locas las tres armaron el Grupo Feminista de Denuncia. Hoy el arte está en manos de Maia Venturini Szarykalo, con una ilustración de tapa propia de sus escenas de la vida lésbica. Allí, en blanco y negro, una pequeña muchedumbre de lesbianas con nombre propio, alegres y asombradas  se encuentran con su existencia escrita. La gatita negra también quiere leer. 
En esta oportunidad no contaremos con las traducciones de la políglota y viajada Ilse (hablaba alemán con su papá y es profesora de inglés). No aparecen esas frases cortas en el medio de una página en blanco que alumbraban sintéticas y sin pretensiones academicistas la teoría lesbiana. Tal vez porque los nombres de Wittig o Audre Lorde ya no sean extraños, porque aquel laburo de artesanato de la preciosa cita se contemporeiniza con apretar F5 en el buscador de PDF. O quizá, porque la teoría local está tomando el centro de la escena.

Testigas modestas

En este número, además de encontrarnos con las palabras de sus editoras viajeras del tiempo –Ilse publica “Mi reflexión de hoy” y Adriana “Una historia de Cuadernos”, nos encontramos con dos artículos de excelencia conceptual. El de Mayra Blanchard, que no sólo rastrea autoras y militancias, locales y foráneas, sino que con perspectiva histórica y precisión argumentativa abre una serie tópicos aun vigentes entre activistas lesbianas ¿liberarse de la categoría mujer por su implicancia heterosexual y adscribir solamente a lesbiana o bien ensanchar los límites del concepto mujer para habitarlo sin las restricciones patriarcales? En esta línea teórica contamos también con una breve investigación de Cano y Castelli que muestra cómo Cuadernos penetró en los duros muros académicos.
Y fin de la teoría. Las más de veinte páginas que siguen son una puerta de entrada a las experiencias lésbicas: historias de vida, crónicas, cuentos, dibujos, manifiestos y testimonios de activistas y no activistas, de treinta años fuera del closet o unos pocos de cabeza rapada. 
Mónica Santino, en un ir y venir entre los recuerdos de sí, entre la desaliñada niña que fue, su militancia en la CHA y los partidazos de la villa 31, relata la sacralización de la pelota al piso y la cabeza levantada. Otro de los testimonios que aparecen es el de la cineasta Susana Blaustein. Al igual que en sus comienzos, donde la amistad personal con las editoras y el mandado epistolar se explicitaba, la mendocina nominada al Oscar en el 85 por su documental Madres de Plaza de Mayo, aquella que también en los 80 filmó “Susana”, -un hito de la historia del cine lgtbiq gracias a su desestabilizadora y adelantada política de autoexposición- narra por pedido expreso de Ilse, con sabor amargo, su exilio en Suiza sin más amor, y sin interés por el sexo.
En contraste generacional, Julieta Massacese y Euge Murillo, escriben cada una, a su modo, la experiencia de sus cuerpos sexuados. A la joven ensayista pertenece “Humedad 82%”, que mediante una serie de metáforas topográficas y una puesta en valor de la primera persona denuncia el vacío epistémico de la vulva en general y de la eyaculación femenina en particular. Por otro lado, de la autora de la novela La Fotografía Velada, tenemos un cuento suspendido en la química del encuentro de a tres. También hay más testimonios de cuerpas libres, amigas de fierro, del enfrentamiento con familias opresoras, machitos pajeros, feminismos lesbofóbicos y otras tantas trayectorias, como la mía: me han pedido que publicara una crónica vieja, cuando estaba en pareja con un tipo y fuimos a cenar con un filósofo famoso, Gianni Vattimo. 
Desde Chile, Manola en la Ola, escribe un manifiesto que declara el celibato rebelde para liberarse de la liberación sexual. Mientras que María Luisa Peralta, desde el otro lado de la General Paz escribe sobre no monogamia entre lesbianas con el tono de una anarquista que sale de cualquier patrón absolutista: así como la heterosexualidad no es para todas, ni la monogamia ni la no monogamia lo son. 

Sin purezas

El sueño de un purismo lesbiano sólo funciona como espada que nos decapita vida. Ilse visibilizó tanto su heterosexualidad pasada como la conquista de su lesbianismo sin vergüenza. Del mismo modo, los Cuadernos mostraron siempre que muchas, muchísimas, tuvieron el yugo de la heterosexualidad obligatoria al cuello hasta reconocerse lesbianas o bisexuales por un régimen que nos coarta. Cuadernos sigue hoy por la ampliación. El propósito es político: lesbianizar a las mujeres.  
Este número es un llamado a esa heterodoxia lesbiana, porque el aire marino sopla más allá de la endogamia que a veces ahoga. Hay un más allá que no es una isla lejana. Está en un cuaderno.

domingo, 6 de septiembre de 2015

latido latino, 4 de septiembre 2015

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VIERNES, 4 DE SEPTIEMBRE DE 2015

Latido latino

Guatemala, México y Argentina, naciones latinas unidas: recién sacado del horno ya está disponible en YouTube el video Libre, atrevida y loca de Rebeca Lane, Ali Gua Gua y Miss Bolivia.   
 Por Magdalena de Santo
Dragonas que escupen contra el disciplinamiento femicida del buen vestir y el silencio. “Pisoteadas hechas una cagada/pasan los siglos y seguimos basureadas”, arremete Ali Gua Gua, ex cantante de las Kumbia Queers, desde algún cenote de Yucatán.
En el living de la casa de Rebeca Lane en Guatemala, gran exponente del rap feminista de sus tierras, empezó a cultivarse “libre, loca y atrevida”. La primera y única grabación del tema se hizo en aquella sala de estar, nominada MiCuarto Studios, sin nada que envidiarle a los machotes de las corporaciones. Al cabo de unos meses, Miss Bolivia, convocada para el compilado de Se trata de nosotras, disco impulsado por Comité Ejecutivo para la Lucha contra la Trata y Explotación de Personas recibe un llamado: “tendrás algún material inédito?”. Así, junto con otras artistas que también usan la música como lanzallamas de protesta, se deja oír en el track 11 por primera vez el tema. Sin embargo, daba para darle más mecha a la canción de manera independiente: juntas las tres se proponen derribar fronteras con dos pesos con cincuenta y hacer un soporte audiovisual donde se agite la desobediencia autogestiva a todo color y en comunidad. Grabado simultáneamente en febrero, cada una en sus respectivos países, con lxs amigxs que prestan su artillería corporal y tecnológica, (en Argentina puso el hombro y la cámara Natalia Marcantoni, en México Jano Ramírez, en Guatemala Pepe Orozco y Ameno Córdova), la magia de la edición y los tiempos nómades de laburar a pulmón hicieron que exactamente un año después de aquel disco salga el video.
Técnicamente “Libre, atrevida y loca” es una cumbia dancehall aunque para el oído no especializado es un ritmo latino que mixtura rap, cumbia, hip hop, regatoon. Todo eso explotado de lenguaje feminista acorde con esta multitud que somos: desborda las intenciones unidimensionales de interpretar el género, tanto humano como musical. En sintonía, el video clip cuelga la sujeción de las mujeres al sol y un abanico de “mujeres plurales” así es como las llama Miss Bolivia con dulce tono telefónico, se expande con heterogeneidad continental. Ahí no todas son cisexuales, ni heterosexuales, ni rubias, ni flacas ni nada de lo que reúnen y terminan por normalizar las discográficas. La presencia trans, drag, corporalidades gordas, chongas, negras y peludas se abren moviendo las cachas y agitando los cuatro minutos de canción entre corpiños y hojas de marihuana.
“Prefiero morir a vivir con la boca cerrada” canta miss Bolivia desde la terraza, mientras la Rebeca Lane chupa la pierna larga de una potra tatuada y Ali Gua Gua enojada de una historia de silenciamiento muestra sus brazos fornidos que descargan la furia sobre la maleza mexicana. Metáfora visual de sacar los trapitos sucios en la azotea pública, a la vista de todxs, con “lírica explosiva de música pesada”.

martes, 1 de septiembre de 2015

Triste, solitaria y final, 28 de agosto 2015

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VIERNES, 28 DE AGOSTO DE 2015
SERIE I

Triste, solitaria y final

Sarah Linden es la apática protagonista de The Killing, cuyas cuatro temporadas pueden verse en Netflix. La butch, la enclosetada, la patova y la casada encarnan el desfile torteril de personajes secundarios de una trama en la que, si algo puede salir mal, va a salir mal. 
 Por Magdalena De Santo 
La lluvia y el pulóver tipo Bariloche son la constante. Pero son la tormenta de Seattle y el cuerpo de la colorada Sarah Linden quienes cargan el abrigo. Ella es la detective de homicidios, una discapacitada emocional que no se desata el pelo ni para bañarse. Que su mueca nunca es la risa feminizada sino la de la obsesión de labios cerrados que intenta abandonar el cigarro a fuerza de reemplazo por pastillas. Pastillas para no fumar y para no quedar gruesa –aunque, paradójicamente, la actriz Mireille Enos filmó dos temporadas con fetos en su vientre–. No parece tele, parece una pintura de un artista deprimidx. Los colores pálidos componen la imagen de una realidad en la que todo está rotísimo.
The Killing es la versión yanqui de la serie danesa Forbrydelsen, y se nota, porque su pulso es de una letanía marcada por sangre y el contraste sórdido su fórmula adictiva. Su fans más conocidos van de Cristina Fernández de Kirchner –lxs productores de la serie le retribuyeron sus comentarios públicos con una placa en las redes– a Patti Smith –que actúa en un bolo en la última temporada–. Es que la serie, dos veces cancelada por la productora AMC y resucitada por Netflix, se ahoga en el conflicto sin temor. Cuando alguna buena intención nos hace creer que las cosas pueden mejorar, no. Jamás el consuelo. Si en la vida cotidiana se huye del conflicto la ficción logra profundizarlo en pantalla líquida. Las instituciones no se desmoronan, sino que son constitutivamente inmundas. Los partidos políticos, el sistema penitenciario, los refugios para chicxs yonquis y prostituidxs, los grupos de autoayuda de narcóticos anónimos, la iglesia, la escuela militar, la comisaría. La pena de muerte llevada hasta el máximo de inescrupulosidad. Todo es un espanto. Y como habitantes de este mundo, nadie está salvado.
La serie desarrollada por Veena Sud tiene, en varios papeles secundarios, distintas versiones de lesbianismo. La primera, la asistente social casi madre adoptiva de la protagonista. Se trata de una lesbiana igualitaria que encontró otra naranja para la libreta. Luego, en su opuesto, por inferencia, se reconoce una pareja de indias: la dueña de un casino y la security en un closet oscuro. Lo explícito es que son patovas, mafiosas, villanas del juego que explotan su fenotipo abyecto para negociar las tierras. Finalmente, y en el podio, la vulnerabilidad de una adolescente butch marginal: Bullet (Rachel Olmstead), nombrada y bardeada por su chonguez. Inmersa en una cantidad de vidas que no importan, recorre toda la tercera temporada, la mejor, con la vitalidad de un cachorro lleno de garrapatas. En una suerte de identificación, Holder –el otro detective y protagonista de la serie– se vincula con Bullet como si fuera él mismo quien padece la existencia suburbana de dormir en la calle o calentarse con un tacho. Es que Bullet no es del grupo de las niñas asesinadas por niña sino por protectora y defensora de sus amigas: por chonga. Muerta no por mujer aunque velada con una foto que ella misma odiaría, como afirma su alter ego crecido y rubio Holder. En ese juego de identificaciones cruzadas, Linden encarna el dolor de Adrian –niño que presenció la muerte de su madre– y hace lo imposible por restituirle una cuota de justicia. Y ahí, la complejidad de la maternidad se abre sin cliché. Casi todas litigan los límites de su vida con la decisión de abandonar su prole. Las hay borrachas, abusadoras sexuales, demasiado jóvenes o desamparadas, asesinadas y asesinas.
El feísmo de lujo de The Killing y la antipatía de Linden son el mejor jarabe para la tos de este invierno contradictorio.

Tengo cáncer, ¿como estan? 28 de agosto 2015

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VIERNES, 28 DE AGOSTO DE 2015
SERIE II

“Tengo cáncer, ¿cómo están?”


 Por Magdalena De Santo
La historia de Tig Notaro es la siguiente: la torta hace una peli con una chica paki, se desmaya y la internan con una infección muy grave en el intestino (C-IDFF). Adelgaza infinito. A la semana, su madre se muere repentinamente. Al mes le diagnostican cáncer en ambas mamas. Su cercanía con la muerte la hace vibrar sobre la absurdidad y componer ese monólogo aclamado por comediantes y público. Tig hace un stand up en un escenario importante de Los Angeles, Largo at the Coronet, y encara al público con la frase del millón de dólares: “Buenas noches, tengo cáncer, ¿cómo están?” .Y ahí se catapulta a la fama con una cínica paradoja: el mejor momento de su carrera se yuxtapone con el declive posible de su existencia. Eso garpa: se convierte en el CD de stand up más vendido del año 2012. Con la prensa imparable y la fama viene la doble mastectomía y la desaparición definitiva del cáncer. En la vorágine, a Tig le resulta imposible reconectarse con su arte. Se siente insegura. Extraña a su mamá. No se siente bien con su cuerpo. No sabe qué hacer en el escenario. ¿Qué pasa cuando pusiste tanto arriba de las tablas y luego ya no te queda resto para reinventarte? En ese abismo, tiene una relación compulsiva por WhatsApp con la chica paki de la película pero decide cortar el asunto porque no iba ni para atrás ni para adelante. Sola, con la reciente operación, sin dar en la tecla con el humor y sin compañera, decide que quiere embarazarse. Pero su cuerpo no lo resiste. Cambia de plan y decide subrogar un vientre con sus óvulos. Debe hormonizarse y eso puede que le despierte el cáncer nuevamente. Pero nada la frena. Flashea que es un modo de conectarse con su propia madre. Se hormoniza y consigue una mujer dispuesta a llevar adelante el embarazo. Finalmente la chica paki vuelve desconsolada porque la extraña y se hacen novias, y lo único que desean es ponerle unos pantaloncitos cortos a quien está por venir. A la implantación del óvulo en el cuerpo de otra mujer, Notaro, lo llama Jack. Y esperan el llamado del médico a ver si prendió. La cámara registra el desasosiego. Era la última chance y Jack no prendió. El documental termina cuando juntas van a una sala de adopción.
Si bien Tig Notaro es considerada un ícono lgbt, el documental Tig nunca dice la palabra lesbiana, butch, chonga, o algo. Se alude a su inexpresividad como fórmula de la carcajada. De sus silencios como ecuación feliz para el público. Pero que esa cara de nada, medio parca, tenga algo que ver con su identidad, nada. Sí se alude lo que le costó a la paki asumirse con Tig, pero la palabra maldita no se pronuncia. Tampoco tiene amigas lesbianas ni bisexuales ni trans. Se la muestra bastante autosuficiente y solitaria, a lo sumo con algunos otros comediantes varones que inspiran su trabajo. Este objeto creado por Netflix es la historia de una sujeta que se esfuerza porque el hermoso sueño americano la guía: construir una familia que sólo con amor romántico e hijitos es pasible de celebrar.

miércoles, 5 de agosto de 2015

Entrevista a Pao Lunch, 31 de julio 2015

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VIERNES, 31 DE JULIO DE 2015
MUESTRA

Pao Lunch

La artista visual y gestora cultural neuquina Pao Lunch presenta por primera vez en Buenos Aires su obra compuesta por pinturas con su propia sangre, videos e instalaciones.
 Por Magdalena De Santo
Activista transfeminista, profesora de química y biología, Pao Lunch conjuga su trayectoria de la disidencia sexual con las luchas sociales contra los modelos extractivistas del petróleo y el fracking de Neuquén.
“No me interesa el concepto de artista o el aval de si sos artista o no, pienso que mi producción es estética-política-ética, me interesa politizarlo todo, poetizarlo todo”, pronuncia Pao Lunch, recién llegada a Buenos Aires para montar sus obras en la galería Pasaje 17. La muestra colectiva curada por Kekena Corvalán recientemente inaugurada se llama “Cuatro escenas artepolítica en la Argentina del Modelo” e invita a esta mostra ilegal a denunciar el modelo extractivo del petróleo neuquino, del fracking, la heterosexualidad neoliberal, la represión policial y de vivir en la resistencia.

¿Qué trajiste para esta muestra?

–Expongo objetos laboratorizados (veinte frascos), tres pinturas de la etapa del citrato hechas con mi propia sangre en un proceso en el cual las células recién mueren en el lienzo. Y tres videos que se llaman inmiscibilidad, cumbia petrolera y máquina deseante.

Me interesa eso de los frasquitos, ¿de qué se trata?

–Es una parodia de las artesanías neuquinas, del negocio que hay con las medias de lana y todos esos recuerdos de provincia. Yo hago un muestrario de “semen de petrolero tipo operario” o “el resto de derrame de petróleo”. Me hice mi propia cartografía de recuerdos neuquinos.
Pao Lunch trabaja en ese territorio históricamente ocupado para obtener recursos explotables, pero al mismo tiempo, particularmente conocido por las batallas de resistencia de sus habitantes: desde la fuerte lucha docente y la represión policial que se cobró la vida de Carlos Fuentealba, hasta los movimiento mapuches que enfrentan la ocupación de sus tierras, pasando por las fábricas recuperadas hasta la emergencia del grupo lésbico las Fugitivas del Desierto. Pao Lunch, con esa cuna exquisita, elabora parodias del regionalismo patagónico utilizando la estrategia del piquete para producir y montar sus obras. Los mecanismos biopolíticos y la hibridez salvaje son tópicos recurrentes que la animan a transitar el arte-político en términos siempre colectivos.

¿Cómo te organizás para activar como artista transfeminista?

–Nuestras resistencias, aunque sean de denuncia, tratan de no utilizar las mismas lógicas y estéticas de los movimientos de izquierda –de los que también participo como ATEN, el gremio de docentes–. No me gusta pensarlo desde el castigo, la lucha, sacrificio, el sufrimiento, caminar miles de kilómetros con las marchas, ya fue. Eso es bien de la Iglesia católica. Planteamos algo más incontrolable como el deseo. Lo modos de pensar esas micropoliticas de resistencias son hackear los sistemas. Las agrupaciones que me interesan habitar son agrupaciones migrantes: nos juntamos, hacemos alguna y ya.

¿Cómo definirías tu método de investigación artística?

–El piquete y una estética desagradable. Si no hay cuerpo, el piquete no funciona. El piquete obstruye e irradia un montón de sentidos. Nosotras en Neuquén nos enfrentamos con distintos frentes, por ejemplo, obstruimos el circuito del petróleo, peleamos contra la megaminería, por la educación y salud pública, el aborto, la prostitución y así es como yo produzco. Todas mis obras piquetean. El piquete es colectivo.