sábado, 13 de septiembre de 2014

Las lesbianas más lindas del mundo, 12 de septiembre

soy
VIERNES, 12 DE SEPTIEMBRE DE 2014

LAS LESBIANAS MÁS LINDAS DEL MUNDO

“Me gusta leer, tengo un hobby, estoy estudiando y amo a mi familia.” El discurso básico de las Miss bellezas se completa hoy con “¡ah! y soy lesbiana”. ¿Cambió algo o todo lo contrario? La normalización y la inclusión como dos puntos de la misma pasarela.
 Por Magdalena De Santo
Vestidos largos, brillantes, de una sola manga, cuelgan de las perchas de un armario que se supone universal. Es que hace unos días, la nueva Miss España, Yurena Rodríguez, se declaró lesbiana justo antes de ir a competir por el titulo de Miss Universo. Y en una suerte de contagio endémico, Miss Irlanda, Maria Walsh –cualquier similitud con nuestra prócer lésbica nacional es pura coincidencia–, le siguió con la cadencia de sus pasos y se afirmó públicamente en su normalidad lésbica. “Ser lesbiana es ser algo normal”, dijo la irlandesa. Con estas dos salidas del closet simultáneas de Miss bellezas universales –de este universo tan chiquito y occidental– dan ganas de pensar, otra vez, los tráficos y contrabandeos de la lógica de la inclusión.
Reconozco las sinuosas trayectorias de lucha y aun la necesidad de visibilización, sobre todo en los pueblos y en las zonas menos metropolitanos. Pero ubiquémonos en el centro, y miremos desde los privilegios (Sandra Mihanovich ya tiene su programa en TN). ¿Qué espíritu colectivo de contagio puede engendrar que chicas lindas salgan del armario? La snobización de la identidad sexual, en este caso, tiene el tufo de canchereada cool progresista de los creadores del universo de señoritas bellas. Algunx podrá argumentar algo acerca de la plusvalía simbólica que generan estas presencias, de la necesidad de referentes, de las alianzas que se tejen en la comunidad lgbt, de la construcción social lenta y paulatina que está incorporando el deseo entre minas. Pero las identidades no son sólo son sexuales y la opresión hoy se juega, sobre todo, en el universo de las imágenes y la representación. Sabemos que son tortas porque primero son Miss Universo, ésa es su consagración y su éxito. Eso es lo que nos llega. En la misma línea, pienso que las narrativas del coming out en la voz de personas felices y sin fisuras prometen más bien la re-producción de una única imagen de la subjetividad lésbica: estereotípicamente linda.
Desde ya que este contagio de perchas habla de un mundo receptivo, sí, pero también de la cooptación mercantil, de la vida espectacular, genial, súper fascinante y divertida de las lesbianas. Copado. No hay nada que temer: entre lesbianas, un “yo” hermoso y normal recorre la pasarela sin vergüenza, ni dolores. En las escalinatas de Milán, con unos terribles tacazos y una faja cruzando la panza dura de abominables abdominales, se oyen los ecos de una norma harto reconocida: “Podés ser linda, flaca, exitosa y además lesbiana”. Así, mujeres cisexuales hermosamente esculpidas por los cánones, iconos del éxito y la buena vida, figuran como la imagen femenina sin nada que esconder. Ni heroica ni temeraria esta confesión duplicada. Se encuentra sobre las bases de una larga, muy larga, alfombrita roja. Y que se porta con coronita.

lunes, 8 de septiembre de 2014

Ojo bien cerrado, nota 5 de septiembre

soy
VIERNES, 5 DE SEPTIEMBRE DE 2014
JAJAJA

EL OJO BIEN CERRADO

Los tabúes hacen del culo un impenetrable objeto de deseo. ¿Qué accidentes y qué mitos guarda en sus profundidades?

El novelista de culto de la Generación X, Chuck Palahniuk, en su ya mítico relato biográfico Gups (“Tripas”), recuerda: “No es una serpiente. Es mi largo intestino, mi colon, arrancado de mi cuerpo. Lo que los doctores llaman prolapso. Mis tripas chupadas por el desagüe”. Entre vísceras, excremento de mantequilla de maní y globos de esperma que flotan en la piscina familiar, el muchacho con trece años casi sucumbe. Chuck Palahniuk se hizo alta paja con la bomba de agua y el resultado fue una disección radical de los intestinos. Así, el escritor gay –conocido por la novela de El club de la pelea– denuncia con gracia su desgracia: pone de manifiesto los tabúes masturbatorios del culo y la hipocresía que gira en torno de ellos. Cuentan que mientras él leía su relato, la audiencia se desmayaba de la impresión. El éxito fue rotundo. Chuck Palahniuk está vivito y coleando; escribe y su prosa distintiva lo llena de guita.
Otra que se llena de guita con su deslucida experiencia del culo es Silvina Luna, a la que se le plastificó la sangre. La venganza de las Barbies le hizo confesar las vicisitudes de un trasero de hule que la lanza a la fama y la perpetúa en los quirófanos.
Con la Luna se cristaliza esa doble moral que dibuja los anillos en torno del ano. Adorados pero impenetrables, a la mayoría de los culos les recaen los mandatos del muñeco Ken: duro pero cerrado. Impermeable, rígido y liso, el ano castrado se admira, pero no se toca. Entre tanto pánico anal persiste su reducción a órgano excretor, su paradójica clausura –no vale entrarle, pero sí vale que salga todo– y una erotización careta. Ello contrae efectos desastrosos, sobre todo para las personas sin injerencia mediática; para la gente que no puede hacer de su experiencia una denuncia poética o una glamorosa victimización en los sillones de Susana.
El hecho es que morimos de vergüenza antes de mostrarnos penetradxs. Y es literal. El 13 de agosto, Crónica publica que Nigel Willis, un británico de 50 años, se introdujo un vibrador en el ano durante una noche de sexo y se perforó el intestino. Estuvo cinco días con el objeto dentro de su organismo. Con mareos y malestar, se negó ir al hospital. Atormentado por el pudor, tuvo una infección generalizada y finalmente murió, según las pericias forenses, con el vibrador dentro. El accidente fue silencioso, su muerte también silenciosa, y así se mantuvo por más de un año. A partir de la judicialización, el caso salió a la luz para convertirse en motivo de chiste y asociaciones con otros mitos de protagonistas anónimxs: a la prima de una amiga se le quedó pegada una salchicha congelada, el hermano de mi jefe se atoró con la tapa del desodorante, un paciente tuvo un contraparto con una lamparita de bajo consumo, el novio de un compañero del gimnasio se abotonó con el cuerpito de una Barbie, o las camillas repletas de pacientes con pepinos y zanahorias incrustadas. Muchas personas, todxs NN. Nadie tiene nombre. Es que parece mejor banalizar los placeres del culo que llorar los muertos de la vergüenza social.
Compartir: 
Twitter